Me parto con los partos… de mi novela. Pero no me parten: me divierten.
Un libro no es un rollo de una noche, un aquí te pillo aquí te escribo. Eso lo dejamos para los poemas, los microrrelatos y los tuits. Un buen día se te ocurre una historia, te documentas, escribes unas líneas, te dejas llevar, sigues escribiendo y, al cabo de unos días o unas semanas, descubres que esa historia tiene vida propia y te exige seguir escribiendo un día tras otro, un mes tras otro, hasta que pones el punto final, exhausto pero satisfecho. Primer parto.
Tardé un año en parir el primer manuscrito de Las Cuatro Torres. Pero seguía embarazado. Durante un par de meses, eternos, dejé en barbecho la historia. Al mismo tiempo se la pasé a varios amigos (hablaré de ellos en otros post), que me hicieron unas sugerencias y unos comentarios muy pertinentes, muy atinados y útiles… pero en algunos casos contradictorios. Luego intenté leer el tocho como si no fuera mío y me arremangué otra vez. Y me divertí mucho, aunque sudé tinta. Necesitaba podar, limar, añadir, corregir, retocar,… Podría enumerar muchos más verbos: durante cerca de medio año saqué tiempo hasta de debajo de las piedras para alumbrar la novela.
Pero aunque ese segundo parto terminó en mayo, no salí del quirófano. En junio leí un par de veces más la novela, pendiente de correcciones y ajustes menores y, además, de las indicaciones ortotipográficas de la editorial. Incluso los primeros días de julio pude dar alguna última pincelada.
La novela ya está fijada, cerrada, terminada… aunque en casa tengo una versión fotocopiada que prefiero no leer, no sea que vea alguna errata o algún detalle sin pulir.
Pero estos tres partos no son más que los partos previos. El principal llegará el 2 de septiembre, cuando la novela salga a la venta.
Esos primeros días intuyo que estaré más pendiente de ella que nunca, que los recién nacidos necesitan muchos mimos y cuidados. Me colaré en las librerías, a ver qué tal se lleva con los otros libros. Se la presentaré a los lectores, sí, y dejaré que no sólo que ligue con todos los que quieran devorarla sino también que seduzca a periodistas y críticos, si puede ser. Y vigilaré cómo navega por Internet; echaré una mano, o las dos, en las redes sociales, o donde quiera que vaya…
Poco a poco, me iré desprendiendo de ella. Se alejará de mí, no queda otra. Será vuestra, si queréis. Y yo, cualquier día, intentaré parir la siguiente.
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