Abro sección en el blog para repasar algunas de las citas de Las Cuatro Torres. La más mentada en las entrevistas que me han hecho estos días figura al principio del Primer tiempo de la novela, y dice así: «Le gusta mucho la novela, como tengo ocasión de ver cada vez que hace un artículo. Cuando […]
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Revertiano, alatristesco y sentimental
Las etiquetas incordian. En la ropa. Y en el mundo de las letras. Pero hoy puedo decir que soy corsario, alatristesco y revertiano, porque disfruto leyendo a Arturo Pérez-Reverte, desde sus dominicales «patentes de corso» a sus andanadas tuiteras, pasando por las aventuras de Alatriste y el resto de sus novelas. Y mañana, o luego, también puedo […]
Soy cuatrotorrista
No sé qué opinión tenías de mí, aunque me importe, pero olvídate: ya no soy el que era. He mutado. Soy otro. Desde ya (bueno, exactamente desde el Dos de Septiembre), soy un Cuatrotorrista. Para que te quede claro: desde ya, a partir de ya (bueno, desde se publicó Las Cuatro Torres, mi Novela),… soy […]
Presentación de Las Cuatro Torres en Madrid
Una presentación con vistas al Bernabéu y las Cuatro Torres. En Castellana 154. La Librería LÉ acogió la primera presentación pública de Las Cuatro Torres en Madrid el jueves 25 de septiembre, a las 19:30 horas. Y con un «padrino» de excepción: me acompañó el escritor y periodista Benjamín Prado (autor de novelas como Raro o […]
A la izquierda del Papa Francisco
Si no lo veo, no lo creo. Debajo del Adulterio de Paulo Coelho y La pirámide inmortal de Javier Sierra, y a la izquierda de Mi puerta siempre está abierta del Papa Francisco: así encontré mi libro, hace unos días. ¿Queréis saber dónde?
Hace unos días estaba en Luz y Vida, una sexagenaria y bien nutrida librería burgalesa, cuando Álvaro Manso, su dueño, me enseñó la revista comercial con las novedades del Grupo Planeta para septiembre de 2014. Y me topé con Las Cuatro Torres en la primera página, junto a los libros antes citados. Era la primera vez que veía impresa la portada en una publicación.
Aluciné. No tanto, supongo, como cuando encuentre el tocho en las mesas de novedades o las estanterías de librerías y bibliotecas a partir del 2 de septiembre. Pero verme ahí colocado, ahí promocionado, con Coelho, Sierra y ¡el Papa!, primero me alegró y, la verdad, luego me inquietó.
Aunque ya hayan leído el manuscrito algunos amigos, como decía el otro día, hasta ahora, esto sobre todo ha sido cosa de dos: mi ordenador y yo. Durante dos años he escrito y reescrito, he dejado que la historia creciera, la he leído y releído… Pero ahora, ahora compruebo que la novela despierta cierto interés, que no sólo mis amigos y familiares andan interesados por lo que encontrarán en sus páginas. Que no soy el único que va a asistir al último parto de Las Cuatro Torres con expectación y expectativas.
Me ha costado llegar, pero me encuentro por fin ante el meollo del asunto: tendré lectores. Y críticas. (Toda lectura implica una crítica, ¿no?, ningún libro nos deja indiferente.) Y no todas me pondrán por la nubes, claro, hasta ahí llego. Podría haber guardado la novela en un cajón. No sería la primera. Pero he optado por publicarla. He tenido el privilegio de publicarla. Y nada menos que con Planeta.
El título del libro del Papa Francisco es magnífico. Y estimulante. Mi puerta siempre está abierta.
La mía, también. Las puertas de esta web están abiertas. Aquí recibiré y encajaré vuestras críticas. Con mucho interés. Y con deportividad. O eso espero.
Siete años sin Pedro de Miguel
No voy a destripar Las Cuatro Torres, aunque voy a reproducir unas palabras que aparecen al final de mi libro. En el capítulo final, de agradecimientos, titulado 7 veces 7, explico que dedico la novela, además de a otras personas, «al escritor y maestro Pedro de Miguel —que, entre otras cosas, me enseñó a leer hacia atrás—».
Quienes conozcan o hayan leído a Peter no necesitan más explicaciones. Pero aprovecho este espacio para explicarme mejor. Este agosto se cumplen 7 años de la muerte de Pedro de Miguel. Aunque su blog sigue vivo. Desde 2007 no ha perdido un ápice de interés. Daros un garbeo por Letras enredadas y lo comprobaréis.
Allí encontraréis entradas sobre neuras, sitios literarios, plagios, textrónicos, setas, la pantera de Górliz, Webó… Encontraréis una prosa impecable y diáfana, una mirada irónica y certera.
Y palíndromos.
Hace veinte años Pedro de Miguel escribió estas líneas sobre los palíndromos en la revista Nuestro Tiempo:
«La palindromanía, como una moda más, resulta inofensiva. Los más atrevidos defienden incluso su valor ecológico: jugar con las palabras, en efecto, no contamina, y posee la rara virtud de reciclar inteligencias enmohecidas por tanto aburrimiento ambiental. Porque, yendo más lejos, todo palíndromo no deja de ser una parábola de la propia vida humana: al llegar a la mitad de la vida, todo se puede volver a leer hacia atrás, en una carrera que lleva a que coincidan nacimiento y muerte en un punto personalísimo y lleno de misterio».
Todo se puede volver a leer hacia atrás. Qué bueno era Pedro de Miguel.
Los cuatro partos de Las Cuatro Torres
Me parto con los partos… de mi novela. Pero no me parten: me divierten.
Un libro no es un rollo de una noche, un aquí te pillo aquí te escribo. Eso lo dejamos para los poemas, los microrrelatos y los tuits. Un buen día se te ocurre una historia, te documentas, escribes unas líneas, te dejas llevar, sigues escribiendo y, al cabo de unos días o unas semanas, descubres que esa historia tiene vida propia y te exige seguir escribiendo un día tras otro, un mes tras otro, hasta que pones el punto final, exhausto pero satisfecho. Primer parto.
Tardé un año en parir el primer manuscrito de Las Cuatro Torres. Pero seguía embarazado. Durante un par de meses, eternos, dejé en barbecho la historia. Al mismo tiempo se la pasé a varios amigos (hablaré de ellos en otros post), que me hicieron unas sugerencias y unos comentarios muy pertinentes, muy atinados y útiles… pero en algunos casos contradictorios. Luego intenté leer el tocho como si no fuera mío y me arremangué otra vez. Y me divertí mucho, aunque sudé tinta. Necesitaba podar, limar, añadir, corregir, retocar,… Podría enumerar muchos más verbos: durante cerca de medio año saqué tiempo hasta de debajo de las piedras para alumbrar la novela.
Pero aunque ese segundo parto terminó en mayo, no salí del quirófano. En junio leí un par de veces más la novela, pendiente de correcciones y ajustes menores y, además, de las indicaciones ortotipográficas de la editorial. Incluso los primeros días de julio pude dar alguna última pincelada.
La novela ya está fijada, cerrada, terminada… aunque en casa tengo una versión fotocopiada que prefiero no leer, no sea que vea alguna errata o algún detalle sin pulir.
Pero estos tres partos no son más que los partos previos. El principal llegará el 2 de septiembre, cuando la novela salga a la venta.
Esos primeros días intuyo que estaré más pendiente de ella que nunca, que los recién nacidos necesitan muchos mimos y cuidados. Me colaré en las librerías, a ver qué tal se lleva con los otros libros. Se la presentaré a los lectores, sí, y dejaré que no sólo que ligue con todos los que quieran devorarla sino también que seduzca a periodistas y críticos, si puede ser. Y vigilaré cómo navega por Internet; echaré una mano, o las dos, en las redes sociales, o donde quiera que vaya…
Poco a poco, me iré desprendiendo de ella. Se alejará de mí, no queda otra. Será vuestra, si queréis. Y yo, cualquier día, intentaré parir la siguiente.
Entre Salinger y Manolo el del Bombo
Así estoy yo, sin ti, cantaba Sabina. Y así estoy yo, contigo, amigo lector, entre Salinger y Manolo el del Bombo, canto ahora que vuelvo a mantener un blog.
Cerca de J.D. Salinger, del gran autor de El guardián entre el centeno, pero no por su talento literario, ya me gustaría, sino porque envidio su aislamiento, cómo dejó que sus libros vivieran su vida, por libre, sin conceder entrevistas.
Pero tampoco ando alejado de Manolo «el del Bombo», el hincha más acérrimo y ruidoso de la selección española de fútbol.
¿Hace falta que me explique? Vamos allá: me apetece escribir sobre el parto de mi primera novela. Las Cuatro Torres llegará a las librerías el 2 de septiembre, gracias a Planeta. No queda nada y queda muchísimo. Estoy emocionado, nervioso. Y me apetece compartirlo. Digo más: no sólo me apetece teclear y contarlo. Es que además no me he caído de un guindo: veo que es necesario, que me toca mimar la novela, que no debo seguir los pasos de Salinger. Como no tengo un bombo, eso sí, trataré de no hacer demasiado autobombo.
Vamos allá, poco a poco. En esta web ya puedes leer la sinopsis que figura en la contraportada y acceder a algún material más, como por ejemplo la banda sonora de la novela y una selección de portadas periodísticas mencionadas en el libro. Y según se acerque la fecha de publicación del libro incluiremos (hablo en primera persona del plural porque esta web es tigresca) más contenidos.
No puedo evitarlo. Ahora que vuelvo a bloguear, no quiero bostezar. Ni repetirme demasiado. Pero me apetece repetir estas palabras que usé, hace ya nueve años, al abrir mi primer blog. Las escribió Javier Marías en «Tu rostro mañana» y siguen igual de vigentes hoy que ayer:
«Casi todo lo que decimos y comunicamos todos es filfa, es relleno, es superfluo, es vulgar, aburrido, intercambiable y trillado, por mucho que sea «nuestro» y que la gente, como se repite ahora con cursilería extrema, «sienta la necesidad de expresarse»».También las repetí hace tres años, cuando abrí mi tercer blog. Entonces también recurrí a una frase de Julio Ramón Ribeyro (de «Prosas apátridas») que casi nunca olvido:
«Todo tiene importancia, nada tiene importancia, aquí, ahora».Poco más puedo añadir, aquí, ahora. He venido a hablar de mi libro, sí, pero seguro que este blog, como todos, tendrá vida propia. Irá por donde quiera. Y por donde queráis. Y además intentaré que no haya morralla.